Esta opción tiene sus pros y sus contras. Por un lado, utilizar productos como el limón o la pimienta roja (diluidos en agua), harán que tu perro no se acerque al sofá o al mueble en cuestión, pero cuando el aroma vaya desapareciendo, es posible que vuelva ‘al ataque’.
En su lugar, lo mejor es que recurras a los otros métodos que te hemos explicado, son los más duraderos y los que realmente marcarán la diferencia en el comportamiento de tu mascota. Sabemos que implican más tiempo y dedicación, pero a la larga, será lo mejor para tu compañero peludo y para ti. Ya conoces el dicho, ¡Roma no se hizo en un día!