• Regular la cantidad de luz que reciben durante el día. La luz solar es la encargada de regular nuestros ritmos circadianos. Los niños necesitan recibir luz de día para generar cortisol y que haya suficiente iluminación en casa (y en la escuela) es fundamental, también pasar tiempo al aire libre.
• Una temperatura adecuada fruto de la ventilación es fundamental. Nadie duerme bien con frío, tampoco con excesivo calor. Olga recomienda que los niños duerman en invierno a 21º y en verano a 24º. Ventilar también para regular los niveles de humedad.
• Controlar cuándo se hace de noche. Las persianas juegan un papel fundamental a la hora de oscurecer los espacios, especialmente en verano, para que los niños se puedan ir a dormir en oscuridad total. Si vamos oscureciendo la casa previamente, su cuerpo empezará a segregar melatonina para que empiecen a relajarse y les cueste menos conciliar el sueño.
• Fuera aparatos electrónicos. Las habitaciones infantiles pueden ser la oficina de mamá o papá durante el día, pero de noche tienen que ser un remanso de paz. Si este es el caso, o si el niño ya cuenta con aparatos electrónicos propios, de noche deben estar apagados.
• Un momento para el silencio. Unas ventanas que aislen bien de los ruidos del exterior son vitales para que el niño pueda dormir tranquilo, si no, siempre podemos recurrir al ruido blanco para tratar de amortiguarlos.
• Elimina el uso de tablets y móviles antes de acostarse. Lo ideal sería que no estuvieran expuestos nunca antes de los 6 años, pero es imposible aislarles del mundo actual. Las horas previas al sueño, eso sí, deberían ser siempre sagradas porque la luz azul que emiten es estimulante, no relajante. Si hay que elegir, siempre será mejor que vean la tele a la tablet un rato antes de dormir.